15.2.06

Todo el poder del universo

Luego de 350 años de inmerecido anonimato, siento que ha llegado la hora que la historia rinda merecido homenaje a un personaje oculto tras siglos de olvido. Me refiero al maestro Kagushi Ho.
Poeta, historiador, samurai y tenedor de libros, Kagushi Ho -conocido por sus contemporáneos como Kagushi-sensei o Himotekara (literalmente, “el que sumerge las medias en ocha”)- supo desarrollar una profunda escuela de pensamiento sobre la versatilidad del hombre y la futilidad de su sueldo, escuela que fuera posteriormente continuada por sus discípulos durante alrededor de dos horas y media.

Kagushi-sensei tuvo una infancia atribulada. Nacido en 1650 durante los turbulentos años del período Edo en el barrio de Azabu Juban, e hijo de un acaudalado comerciante de nigirimeshi, sintió desde pequeño que a pesar de todos los lujos y la fastuosidad que le rodeaban había algo que la opulencia no podía darle. Mientras él sostenía en que carecía de paz interior, su familia, algo más escéptica, insistía en que su escasez tenía más que ver con la inteligencia. Agobiado, Kagushi decidió retirarse a un templo budista situado en una de las majestuosas laderas del monte Fuji-san, en busca del sosiego que su ser anhelaba.

Sus primeros días en el templo fueron duros. El monje que dirigía el templo no vio con buenos ojos que su discípulo bostezara durante el cántico del nenbutsu, que durmiera hasta altas horas del mediodía ni que solicitara le sirvieran el chôzoku en la cama. Kagushi sospechó esto la segunda vez que aterrizó de cabeza en el río que corría a un lado del templo, por lo que decidió caer en gracia con el rector del monasterio templando su carácter con la práctica de alguna disciplina marcial. Las suaves formas y la concentración del Kyûdô atrajeron de inmediato su atención, no tanto por su filosofía sino porque un arco y una flecha no necesitaban manual de instrucciones alguno para su uso.
Luego de muchos meses de práctica continua, Kagushi comenzó a presentir que la arquería no era para él, toda vez que había causado ya varias bajas entre el ganado de los enfurecidos campesinos que moraban cerca del monasterio. En un intento por dar a Kagushi una última oportunidad, el sacerdote le entregó una flecha sagrada para que la disparara en dirección al monte Fuji, ofreciéndola como voto a los dioses que allí moraban. La flecha rebotó en el campanario que se encontraba a espaldas de ambos y fue a dar en las partes nobles del monje, lo que impulsó a Kagushi a abandonar esa práctica y hacerse tratar de una vez por todas su incipiente presbicia.

Luego de todo esto, Kagushi pasó por un período de depresión. Su maestro lo acompañó fielmente en todo momento, indicándole siempre cuán inútil era para todo, y fue durante ese período que comenzó a escribir con frecuencia buena parte de sus enseñanzas, como forma de mitigar el abatimiento que sentía. La buena fortuna quiso que uno de sus escritos llegara a manos de un importante Señor de la comarca, quien al leerlo no pudo dejar de reír por varias horas. Esto marcó definitivamente el destino de Kagushi, quien fue desde entonces una inagotable fuente de ensayos, crónicas y aforismos hasta su muerte, producida en la más absoluta e incomprensible miseria.

Sirvan estas pocas máximas como muestra de la sensibilidad con que Kagushi Ho supo capturar los más sublimes momentos de su existencia.

La alondra bien sabe que su inteligencia vencerá al poderoso tigre, pero por las dudas no hará la prueba.

¡Ah, el efímero vuelo del pétalo de cerezo...!
¡Ah, el aroma a melocotón de la brisa en primavera...!
¡Ah, Megamisama...!

He caminado mil senderos en busca del equilibrio del Ying y el Yang.
He remontado mil ríos para hallar la virtud de Buda.
He escalado mil montañas en pos de la sabiduría del Zen.
Tengo las piernas a la miseria.

Todo el poder del universo cabe en la punta de un alfiler. Prueba sino a sentarte sobre el costurero...

¿Quién eres, oh ominosa presencia, que en la penumbra de la noche te revuelves inquieta en las sombras? ¿Acaso un oni errante, que busca desesperado el reposo final?
Soy tu esposa. ¡Apaga la luz y déjame dormir!

Puedes hacer que el sol no asome por la mañana. Puedes borrar las estrellas del firmamento. Pero... ¡necio! ¿Acaso puedes eludir al recaudador de impuestos?

Glosario

Ocha: Una de las formas más comunes de referirse al Té (cha) en Japón.
Período Edo: (1603-1867) Período de la historia japonesa durante el cual transcurren la mayoría de las historias de samuráis que vemos en el animé. Durante este período es cuando Japón unifica sus yogunatos y cierra sus fronteras a las influencias foráneas.
Azabu Juban: Área residencial en la periferia de Tokio. Serena Tsukino (Sailor Moon) vive allí.
Nigirimeshi: Bolas de arroz muy populares en Japón. Pueden estar rellenas con pescado o umeboshi (un preparado a base de ume, fruta parecida a la ciruela) y suelen tener adheridos finas hojas de algas llamadas nori.
Nenbutsu: Cántico religioso budista. En la animación japonesa es utilizado como una plegaria cuando alguien está en peligro.
Chôzoku: Desayuno tradicional japonés.
Kyûdô: Práctica de arquería japonesa.
Oni: Demonio japonés.

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